Ana y Mia suspiran nubes en Mayo de 2015

Acapulco era la imagen del pasado,

sin embargo, había mucha fiesta,

Ana se tomó unas cervezas con un poco de tequila,

bailaba cumbias en el barco en el que navegaba.

Mia por otro lado, se quedó en casa,

ella hubiera hecho más por salir,

pero tenía familia empoderada que la castigaban,

le clavaban cuchillas hechas de esmeralda.

Mia extrañaba a Ana notablemente,

sólo tenía sus recuerdos que le causaban angustia,

hasta el sol de hoy no hubo más empalme que aquel,

las noches eran eternas por una pronta llamada.

Se habían conocido en un restaurante de segunda,

cuando se vieron por primera vez hubo mucho diálogo,

Mia llevaba una inconfundible pequeña mancha en su rostro,

pero a Ana le encantó lo especial que era Mia.

En el mar de los deshechos nadó Ana,

mientras se refrescaba con unas sonatas románticas,

de esas que se usan cuando uno plancha la ropa,

obsesivamente pensaba en su regreso inesperado.

El paraíso que le entregó Ana a Mia fue casi eterno,

su primera caricia nació de un deseo blasfemo,

divisaron en las metropolitanas calles muchas mariposas,

el encanto nació de repente y fortuito.

Pero Mia sufría como un feroz león por su pareja,

llegaba a puntos cortantes en el tegumento,

el cuchillo la volvió asesina de creencias,

tenía miedo de las palabras seducidas por el calor.

Ana trataba de calmarla en las llamadas que disponían,

no había porque tenerle temor al adulterio,

ella no lo iba a hacer jamás, pero así fue,

la suerte se propuso a punir la promesa.

Su primer beso tuvo una repercusión erótica,

Ana sintió la piel de Mia como explotaba de adrenalina,

ambas estudiaban literatura en la facultad,

pasaban el tiempo apoderándose del impulso.

Durmieron juntas, como dos aficionadas al concúbito,

pero al sentir la metamorfosis, el hilo quedó sólido,

la felicidad no sabía lo que la locura pensaba de todo esto,

la soledad huyó de ambas porque Milda la ahuyentó.

Y muy tarde, Ana comprendió lo que no debía hacer,

dejarle sola a Mia con su adicción,

de esas adicciones que te incitan a perder la balanza,

de esas adicciones que te imponen a odiarte.

Ana en cambio vomitaba porque no soportaba la zozobra,

cada mañana vomitaba ánimos alterados,

insuficiencias para quedar establemente temporal,

nunca fue una terrícola que iba a un tren desconocido.

Ya cuando por fin Ana volvió al pueblo soñado,

se abrazó con Mia y nunca hubo más tormento que estén lejos,

separadas por diferentes momentos y circunstancias,

pero ahora juntas aunque en secreto sobresalen en el vacío.

Mia tenía largos episodios de insanos despechos,

Ana estaba preocupada, con miedo,

de que la muerte sea quien las separe,

o quizá Mia conozca a una persona que no la vuelva infeliz.

Se moría Ana por Mia, en todo momento,

incluso cuando Mia deliraba con mucho terror lo acontecedero,

Ana estaba ahí para curarle las heridas rojas,

que Mia se causaba tomando sustos paralelos.

El 4 de junio se vieron por última vez,

recordaron momentos de gran deleite,

es que su relación fue todo un torbellino,

destruyó los paradigmas que la sociedad construía.

Es una pena, que al día siguiente,

Ana llamó a Mia, Mia estaba tranquila,

Mia aparentaba estar en sus cinco sentidos,

aparentaba no sentir dolor infundido por su familia.

Horas más tarde, Ana se enteró de todo,

Mia había roto el enlace,

lanzándolo al abismo para desaparecer,

conoció muy pronto el éxtasis.

Ana lloraba por el óbito de Mia,

es que había tanto dolor, que hacer o no hacer,

no había sentido seguir en este camino,

luego Ana desapareció, se consumió a ella misma.

Mia botó todo su fulgor incandecente,

odiaba el alimento de Dios, pues su esencia era no ser un peso,

el sol se desvaneció desde que Mia recayó,

y murió en el escondido bosque de los martirios.

Ana ya toda consumida,

se quedó dormida luego de noches de asolamiento,

y cuando se transportó a la visión por fin cumplió su sueño,

volver a ver a Mia, aunque sea en los sueños más perdidos.

Los sueños que ahora claman escucharla por una vez más,

Ana y Mia fueron un relámpago de utopías torrenciales,

una aventura ya verdadera que construyó el fulgor,

y que queda perpetua en una cinta rosa y negra.

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