Jugando a ser el guardián de su alma devorada por la soledad

Entrada la noche invernal del 29 de Septiembre, un laberinto de pintorescas hadas explotaron en una nube de recuerdos en el espíritu de Pavlov, que había tomado un ponche de ácido lisérgico aquel día.

Cerró los ojos. Despertó en el mundo de los camélidos donde la chica de fantasía hizo un interludio.

Observó a aquella chica resplandecer y sólo ideas surgieron escribiendo así este texto pseudo progresivo:

> Tuve un poema azul que deliraba mucho,

otra vez apareciste en mis sueños,

la noche se iluminó con toda tu figura,

fue como un poema de marinos naufragando.

Sonreíste fingiendo que estabas viva,

los arpegios danzaban entre el tránsito distancial,

más que apasionados, fuimos abandonados,

quedamos a la deriva de la desesperación.

No supe como ayudarte mi amada fantasmal,

eras un león encerrado en el castillo de los decesos,

estabas marcada para irte, lo más pronto posible,

no estaba preparado para que vueles.

Sólo y desconcertado no hago más que extrañarte,

te conocí una mañana en la universidad,

estabas de negro y tu cabello era rojo luna,

tu pequeña mancha en la mejilla izquierda era única.

-Hola, soy yo de nuevo después de un largo tiempo-

me susurraste cuando dormía.

Me desperté pensando en que habías vuelto,

pero no había nadie, sólo la soledad más pura,

el silencio se apoderó de mi sangre,

quisiera haber podido estar a tu lado.

-Piensa en mí, cada noche observo como duermes

siento que me buscas, no me encuentras,

quisiera decirte que estoy acá- sentí tus palabras.

Pero abro los ojos y no puedo verte,

con el gran incendio de mis ventrículos perdí tu silueta,

este dolor no lo puedo controlar,

no puedo controlar tu oscura partida.

-Pero no llores, no sufras más, estoy bien, estoy en paz-

Escuché su voz en una noche de fuego.

Empecé a leer nuestros antiguos mensajes,

me di cuenta de algo, era algo obvio pero no lo vi antes,

apenas respirabas, apenas vivías,

los demonios se apoderaron de nuestros pensamientos.

Su corazón se enamoró como nunca lo había hecho,

pero sintió que mi personaje la abandonó,

el dolor era algo marcado en tu pasado y presente,

al igual que en mí.

Parado en el horizonte diviso tu mausoleo,

se quiebra toda mi alma, quiero que me toques,

quiero que palpes mi corazón, estoy esperándote,

donde quiera que te encuentres. <

Despertando nuestro personaje se dio cuenta de que algo había pasado, y es que a pesar de haber parecido todo un viaje psicodélico esta experiencia, no era nada más que el subconsciente despertando de cosas que él evitaba pensar porque se sentía desesperado.

Mientras se sostenía al levantarse observó venir algo,

no sabía que era aquella figura,

luego observó que aquel ser tenía un aspecto fúnebre,

este ser se acercó a Pavlov.

-Lo que acabas de sentir es algo que se llama luto- dijo el ser.

-¿Tú quién eres?- preguntó Pavlov.

-Soy el Ángel Negro de la Muerte- respondió el ser.

-¿Por qué viniste?- agregó Pavlov.

-Vengo a celebrar las fiestas del mañana,

mañana podrás sentirte mejor,

sé que la extrañas, ella desistió de vivir hace mucho,

pero está presente- dijo el ser misterioso.

Pavlov no dijo nada, sólo caminó hacia el resplandeciente atardecer, el sol se derretía ante él. Él sólo caminó hacia el sol.

Su silueta se fue perdiendo a medida que avanzaba,

el sol crecía y no dejaba de iluminar,

las ganas de volar crecían cada vez más.

Pasaron unas horas, abrió sus ojos,

despertó y escuchó unas palabras de su amada:

-estás en casa-.

El sol había abrazado a Pavlov y lo había extinguido finalmente.

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